jueves, 2 de octubre de 2008

Road to freedom

Nos esperaban otras dos horas de avión hasta Cracovia (si, todavía estoy hablando del lunes). Durante este trayecto dormí bastante porque tenía un cansancio encima bastante grande. Aunque podrían haber apagado las luces los de Ryanair, además así ahorrarían costes amén de dejar dormir a la gente en un vuelo de las 6:10 de la mañana. Polonia se veía bastante verde desde el cielo y con bastantes colinas, recordando ligeramente a Kansas en algunas partes. En la recogida de maletas estuvimos un buen rato y yo ya me temía lo peor, pero sin ningún problema. A la salida sabíamos que nos estaba esperando alguien de la Universidad Silesiana de Tecnología, y resulto ser un hombre en su cuarentena que no sabía inglés. Aunque ciertamente, nadie de nosotros sabía polaco, así que como siempre, a base de gestos. Total, no había mucho que comunicar, era llevar maletas hasta el coche y el nos llevaría a la residencia Alaska (un nombre adecuado dado el frío que puede llegar a hacer) en Zabrze, una ciudad pequeña en la región de Silesia. Unos 80 kms de viaje. Unos kilómetros que transcurrieron en uno de los mayores silencios jamás experimentados, pues mis compañeras de viaje se quedaron dormidas (sí, otra vez, que envidia) y yo no podía hablar de nada con el señor. Fuimos por una autopista que estaba en obras cada pocos kilómetros, ahí estaban los fondos europeos de desarrollo a tope sustituyendo las gloriosas infraestructuras (remárquese lo de infra). Igual que en Galicia, sólo que antes nosotros no teníamos nada, claro. Lo único alarmante en el viaje fue ver centrales nucleares que se ve que no son de anteayer, y la poca distancia entre coche y coche que hay aquí. Aunque quizás eran paranoias mías. Debido al silencio del trayecto pude disfrutar de los verdes paisajes, que eran más llanos de lo que había visto desde el avión. Y también construcciones extraterrestres como vemos aquí:

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