viernes, 27 de febrero de 2009

Last days on Earth II

Sábado, 10 enero de 2009

Ir empaquetando las últimas cosas, pensar en lo que tengo que dejar atrás y en lo que tengo que cargar de nuevo hasta el destino erasmusiano que el destino me ha designado: Zabrze. Alias Hindenburgo en castellano. Me tomé con calma mi último sábado.

No tenía pensado salir esa noche, pues me tenía que levantar a las 6 de la mañana del domingo. No se crean que es un esfuerzo sobrehumano, porque esa falta de sueño la compensaría más tarde en mi querida tierra polaca. Y con creces, sin duda. Pero finalmente dos cosas me hicieron salir de noche, en orden de menor a mayor importancia: la amistad y la falta de tinta en la impresora.

Bien. Ya sé que ahora os vendrán maternales ideas a la cabeza del estilo "¿por qué no imprimiste los billetes antes?" "¿por qué esperaste a última hora?". Queridos amigos, amigas y miembros del jurado. De hecho usé la impresora para otros documentos el viernes con total normalidad, y uno no se espera que las cosas vayan a fallar al completo en el último momento. No tiene sentido.
Espera, hay alguien para que sí tiene sentido...

amiguiño Jack Bauer, por mirar tanto el reloj no van a ocurrir menos catástrofes cada hora...

Afortunadamente tenía amigos a los que acudir. Por lo que molesté a la señorita Ara con un sms la noche del sábado y por mail los billetes a imprimir. El día anterior me había dicho que no se iba a Pontevedra el fin de semana, pero ya ves, necesitaba ayuda y el destino a veces se porta bien con lo que blasfeman contra él. De este modo quedamos los señores Jaime, Ara y yo, y al fin pude disfrutar de los billetes en mi mano. Nos fuimos primero a pub semi irlandés, más bien desnatado ¡allí descubrí que hay botellas de vidrio de Coca-Cola de 33 centilitros! nunca te acostarás sin saber una cosa más. No lo digo de broma. primero pensé que era una de esas cosas nuevas que surgen cuando estás fuera del país, pero al parecer llevaba ya algún tiempo. Mi gozo en un pozo. Y con alborozo en el pescuezo.

Domingo, 11 de enero de 2009 (es lo que tiene salir por la noche, que el día cambia a las 00:00)

Más tarde nos reunimos con unos de sus amigos, el señor Pablo, el señor Manuel (otro, y bien rubio) y el señor Fungi (¿para qué voy a perder tiempo buscando su nombre real en el Tuenti?). Estuvimos por la zona vieja de la ciudad pero no había demasiado ambiente. En un garito uno de nosotros -no recuerdo bien, la verdad- comentó lo cachonda que estaba la camarera justo cuando ésta estaba detrás, demostrando una vez que el macho ibérico cuando mete la pata, la mete. Por ironías del mi destino nadie de ellos se pidió ninguna bebida alcohólica, aunque prefiero pensar que lo hicieron en mi honor. Me despedí de ellos y junto al señor Jaime me fui a mi casa. La última conversación humana en suelo patrio hasta el verano del 2009.

Una vez en casa me puse a empaquetar algunas cosas de última hora, básicamente subfusiles automáticos y explosivos de mano. Por lo que al final sólo pude disfrutar de 5 horas de sueño en mi última noche en el Planeta Tierra. Tras esas horas me esperaba un viaje junto a mis progenitores a Santiago, trayecto en el cual mi padre habló de un tema que no estaba de actualidad pero mira tú por donde, hoy sí: corrupción en los tesoreros del PP ¡desde aquí un saludo a tran entrañables servidores de la cosa pública!

Mi destin oera el aeropuerto de Londres-Stansted, como la primera ocasión que volé a Polonia, pero después desembarcaría en Katowice en vez de Cracovia. A diferencia de la primera vez no pasamos la noche en la pérfida Albión, tan sólo esperamos un par de horas entre vuelo y vuelo, un gustazo. Tampoco es bueno que haya poco tiempo entre vuelo y vuelo, véase mi experiencia en el aeropuerto de Filadelfia en marzo de 2008. 15 minutos. Millones de kilómetros entre una terminal y otra. Un hombre corriendo por su libertad.

Llegamos a Polonia sobre las 8 de la tarde y otra vez nieve, frío y oscuridad. No echaba de menos que se hiciera de noche a las 3:15 de la tarde, la verdad.

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