jueves, 6 de noviembre de 2008

Lost among mountains

Sábado 25 de Octubre de 2008

Iba a ser un día duro, pues el plan era ir a hacer senderismo por las famosas montañas Tatra, la ladera que queda al sur de Zakopane. Sabía que íbamos a estar toda la mañana haciendo eso, pero no imaginaba el millón de horas que nos llevó. Bueno, en realidad sólo cinco horas, pero de continuo movimiento por los lugares más recónditos y peligrosos de Polonia pero de belleza singular, al más puro estilo del Señor de los Anillos. Además muchos polacos son suficientemente orcos para tal cometido.

Soy polaco y son las 7 de la mañana ¿¡dónde está mi CERVEZAAA!?

Así pues, tras un desayuno de carne, tomate y pan, cogimos el bus y nos llevaron a un parque natural de cuyo nombre no me acuerdo, y es un valle que se encuentra justo en mitad de las montañas. Había que pagar la entrada, pero la universidad está en todo y el dinero lo pusieron ellos. Poco que decir de las primeras horas, sólo que es mejor que veáis cómo fue el comienzo de la expedición.






Los monitores y la guía tomaron un nuebo camino, este totalmente empinado y montaña arriba. había una especie de escaleras, o quizás sólo eran rocas con una forma afortunada no sé, pero ¡al fin vimos nieve de nuevo! no había mucha, básicamente todo era verde y niebla. Pero eso me hacía feliz :)

Sip, es un abrazo a TODA la humanidad. Sentiros honrados.

El fin del camino nunca llegó. Porque tras un rato llegamos a unas cuevas (que diligentemente le habían puesto puerta de entrada y salida) y nos adentramos en ellas. Fue mi primera vez en una gruta, y casi la última. Caminos angostos, cuestas difíciles, humedad, calor, cadáveres y un dragón, lo típico que ves en las películas pero que hasta que lo experimentas en tus propias carnes no sabes lo doloroso que es. Y lo peor es que aparte de ser un sitio chulo e infernal, la caminata dentro de ella para cruzar de un lado a otro la montaña nos llevó más de 40 minutos. Y si yo tuve dificultades para pasar por algunos sitios, imaginaos tíos de dos metros.

"¡Esta noche cenamos en el infierno!"

Tras salir por el otro lado de la cueva, la cual muy amablemente disponía de puerta (...), teníamos que bajar la montaña, y en vez de ir por unas resbaladizas y rocosas laderas, tal y como habíamos hecho para subir, bajarmos por unas empinadas escaleras de madera, producto de los desvaríos de algún ingeniero. Estuve a punto de morir un par de veces, pues la humedad no ayudaba al agarre de las barandillas.

Tras descender las dichosas escaleras, nos encontramos al lado del río de nuevo. Y ni siquiera hacía falta mear de campo ¡pues había unas cabinas para ello! tras llegar a este sitio, el grupo entero se dispuso a retornar al autobús siguiendo el curso del río, no sin antes sacar algunas fotos para la posteridad, como ésta:



Tardamos una buena hora o más en redescubrir nuesto apreciado medio de trasnporte, que nos llevó directamente al hostal. Tras comer, el autobús estaba fletado de nuevo para ir a Zakopane, pero era opcional. No fuimos muchos, sólo 12 de más de 50 Erasmus, la mayoría necesitaba descansar y reponer sus fuerzas de la noche anterior. Así pude ver algo más de esta famosa y turística ciudad, aunque todavía no estaba de temporada alta se podía ver una buena aglomeración de gente. El autobús volvía pronto, así que tampoco tuvimos mucho tiempo. Fue algo raro que la comida fuera a 16:00 y la cena alas 20:00. Pero bueno, habían cocinado un cerdo entero para nosotros, no nos podíamos quejar.

Tras la cena el plan era ir a una de las discotecas de Zakopane, y en mi opinión, mil veces mejor que las que abundan por Silesia, mi región. Quiero decir, que no había nadie dispuesto a romperte las piernas sólo por haber mirado (¡ni siquiera obscenamente!) a una chica. En definitiva, tíos tan machos que no permiten que que en su grupo vaya ninguna mujer. Además afortunadamente en la discoteca los Erasmus éramos mayoría, y a ver quién se atreve a mirarnos mal, eh...
Erasmus Satuday Night Fever

Tras deleitarme con unos zumos de piña y bailar durante algunas horas, me di cuenta que el autobús que nos esperaba se largaba en cinco minutos, por lo que me fui a toda velocidad a ropero a coger mi abrigo y me dirigí a marchas forzadas a la parada donde nos esperaba. Llegué justo cuando en teoría el autobús se marchaba, pero la cruda realidad es que yo era el primero en llegar. Por un momento pensé que había llegado demasiado tarde y ése era otro autobus, pero no, simplemente todo el mundo estaba llegando tarde. Para que luego digan que los españoles llegamos tarde a todos los sitios. Aunque lo de que armamos escándalo no lo niego, el autobusero debió quedar acongojado de nuestras canciones de batalla a la vuelta al hostal.

Ya en el hostal, se montó la fiesta de manera rara y en algunos casos desafortunada, pero divertida al fin de al cabo. Jacobo se cayó por las escaleras dos veces, una persona normal se habría desnucado en la primera caída, y asustó tanto a Kasia, una de ls coordinadoras, que estuvo a punto de llamar a una ambulancia. Pero he de reconocer la compostura de Jacobo, pues al ser preguntado por Fernando sobre si se encontraba bien, mientras estaba todavía en el suelo por la primera caída, el estoico hombre logró pronunciar "hombre...pues no". También hubo un saldo de dos cristales de puertas rotos, y un pirata de madera que vio quebrada su única pierna buena (aunque obviamente también era de madera), mucha cerveza derramada por el suelo, alguno que otro abrazando al váter y mucho más. Dios bendiga a Zakopane.

Cuando me fui a dormir tuve un problema, uno de mis compañeros de cuarto había cerrado la habitación para que no le hicieran putadillas de noche, moción que yo había apoyado totalmente. EL problema es que el señor Omar dormía tan profudamente que mis consecutivos intentos de derribar la puerta no consiguieron despertarlo. Debía mostrar una imagen tan desoladora que el señor Jacobo, antes mencionado, me dijo que podía dormir en su cama, que él tenía espacio en otra habitación. Tras aporrear la puerta por algunos cincuenta minutos más, me di cuenta que aquel hombre que había resisitido infinitos golpes esa noche tenía razón. Así que bsqué a alguien que me prestara una de estas cajitas para guardas las lentillas, y así Samuel y yo nos adentramos en la habitación donde dormía Joao cual dragón en su cueva, y tuvimos mucho cuidado de no despertar a la bestia pues nuestras vidas correrían peligro. Tras ello me fui a la habitación que sería mi nueva estancia, y era la de Sabela, Alberto y Miriam. Tras contar una docena de chistes bestias y escandalosos, nos dormimos en un plácido y necesario estado de paz. Sólo recuerdo que Alberto contó que el señor David había vuelto de Zakopane en taxi, y de que Jacobo había caído por segunda vez por las escaleras. Una noche movidita, sin duda.

No hay comentarios: