Bien, ahora a lo que iba, a relatar mis viajes de antaño. Los exámenes tienen la culpa de este retraso totalmente justificado.
Jueves, 2 de Abril de 2009
Aeropuerto Tegel de Berlín. Un James, Una Catalina en un esperado reencuentro que trajo más alegría a servidor de lo que puedo expresar en un mediocre blog como esto, por lo que estoy preparado para dar una declaración a los medios de comunicación que considere suficientemente importantes. Esto también me recuerda que tengo que aprovechar cualquier espacio publicitario gratuito como este grandioso blog para publicitar mi último libro.
Dormir en un aeropuerto alemán esperando a tu novia es una experiencia menos fantástica y romántica de lo que puede parecer en primera instancia. Sobre todo cuando necesitas una bandana puesta a modo de condenado a fusilamiento para preservar la integridad de tus pupilas ante los omnipresentes fluorescentes y por lo tanto poder dormir algunas horas. Al fin de al cabo no fueron más que cuatro o cinco, pues un amable policía germano me despertó cual vagabundo del banco en el que disfrutaba de un dolor de espalda y de un sueño ligero.
Al fin sobre las 9:3 llegó Catalina y le pude dar el ramo con girasol que estuvo languidenciendo en un autobús a lo largo de 490 kilómetros. La verdad es que en esos momento semejante planta me estaba dando verdadera vergüenza ajena, lo malo es que Catalina llegó instantes antes de de que decidiera darle una justa y merecida eugenesia. Perdón, eutanasia. Si es que en Alemania ya se sabe, en cuanto menos te lo esperas te encuentras con un brazo en alto e invadiendo Polonia (lo cual traería consecuencias imprevisibles a mi acuerdo de estudios con la Universidad Politécnica de Silesia)
No teníamos tiempo que perder, pues debíamos dirigirnos al hostal. Sin embargo sí que pedimos tiempo averiguando cómo funcionaba la máquina expendedora de billetes de autobús, tecnología obsoleta que hemos superado en España mediante la creación del Conductor Malhumorado. Una vez, cogiendo (me encanta meter esta palabra para contentar a mis -desconocidos- lectores del otro lado del charco, y sobre todo para aparecer en sus buscadores más concurridos) un autobús para la playa en Galicia el conductor me dio una vuelta menor de lo que correspondía. Tardé en darme cuenta algo así como tres o cuatro pasos, tras los cuales volví junto al conductor y le expliqué amablemente que me dio de menos. Tras refunfuñar palabros ininteligibles accedió a darme lo correcto. Mi mano recoge monedas y mi cuerpo se dirige al asiento, mi cabeza piensa en tías en bikini a tan sólo 45 minutos en el futuro. ¿Todo bien? ¡ja! el conductor esta vez se esforzó para vocalizar y dijo: ¿a dónde vas?¡te he dado de más ahora y no has dicho nada!. Un episodio lamentable.
A lo que iba. Nos bajamos en una parada antes de lo previsto debido a mi previsión, pero aunque soy hombre y a mucha honra heterosexual (no falta una coma) no dudé en preguntar las suficientes veces para llegar sanos y salvos al hostal. Así lo decidí y así fue, tras caminar como 10 minutos tras la parada de autobús nos dimos cuenta de que era un barrio turco pues había más kebaps que baldosas en la calle. Pero llegamos sin ningún problema.
El hostal estaba regentado por uno/una británico/británica llamada Paula. Y no escribo así para contentar al Ministerio de Igualdad, sino porque nació hombre y en algún punto de su vida se sintió mujer, sé que se dice que Berlín cambia a la gente, pero no tanto. Era muy amable, demasiado, pues con ello intentaba ocultar la maldad que se esconde en detalles como tener que pagar aparte si queremos derecho a toalla o tener que rellenar múltiples formularios. Yo estaba cansadísimo, pero Catalina decidió que debía demostrarle a Paula que el acento británico no es tan especial como parece. Había también un chico estadounidense con una guitarra, pero quizás era un vagabundo. Como buen novio desconecté totalmente de lo que pasaba a mi alrededor y me puse en piloto automático. Afortunadamente tiempo más tarde pudimos alcanzar nuestra correspondiente habitación y descansar al fin de tantas horas de transporte público que tanto ofenden a snobs como nosotros.
Tras descansar decidimos darnos nuestro primer paseo por Berlín: Columna de la Victoria, Puerta de Brandeburgo, diversos museos (pues los jueves son de entrada gratuita a las últimas horas, queridos viajeros) y no mucho más pues anocheció relativamente pronto y hacía un frío que relativamente te helaba hasta las neuronas. Sobre el Museo de Historia, puro negacionismo, oigan. Nos negaron aprender cosas ¡ni que estuviéramos en España! pues no lo llegamos a visitar debido a que los simpáticos administradores lo habían cerrado ese jueves a una hora especialmente temprana. Para evitar visitantes gratuitos.
Como mil imágenes valen más que una palabra, he aquí una selección de fotos, con ruta incluida:
Bicicleta para 5 personas. Seguramente españoles, por lo de ahorrar de viaje. Una fiambrera para los 5, supongo.
¡Catalina se convierte en Katarin la Comunista!
Lost. Perdidos. En Berlín.
¡Catalina se convierte en Katarin la Comunista!
Lost. Perdidos. En Berlín.
Próximamente: Día Dos....inesperado ¿verdad?
1 comentario:
Ey, yo sí que salgo en tu mapa :-P
¡Qué ganas tengo de conocer Berlín!
Publicar un comentario