Al fin me han repuesto internet, el último miércoles. ¿qué había pasado? el chico que lleva todo lo de internet de todas las residencias, que además es estudiante, me dijo que una de las soviéticas porteras había limpiado demasiado el cuarto de cableado de internet, se desenchufaron algunos cables y la portera enchufó algunos de nuevo pero no todos. Estas porteras tienen todo lo malo de las asistentas y todo lo malo de Stalin (bigote incluido). Este estúpido fallo provocó que no tuviese internet por 13 días.
Joder, qué ganas tengo de correr por el Monte del Pedroso un día soleado.Jueves, 20 de Noviembre de 2008Un día con violentos sucesos para el recuerdo. Pero también de felicidad y de cumplimiento de deseos. Era el cumpleaños de Pierre, y algunos le deseamos como regalo que nevase, ¡y así ocurrió al día siguiente! Bueno, en realidad en Gliwice nevó algunos días después, pero los exiliados de Zabrze disfrutamos de esa mágica y helada precipitación con antelación, alguna ventaja teníamos que tener por vivir aislados en esta basura de ciudad, digo yo. La ventaja de morir por cause de una glaciación no se puede experimentar en sitios como España.
Tras el sinsentido de atender las clases de polaco en Gliwice y después volver a Zabrze, teníamos que volver a la primera ciudad para ir al cumpleaños que se organizaba en la residencia. Decidimos ir por tren, y siguiendo nuestra estela de arriesgar, decidimos no comprar billete. Además, si nos pillaban sería la primera vez, y podríamos decir que no tuvimos tiempo de comprar billetes (lo cual era rigurosamente cierto a tenor de lo pronto que llegó el tren). El plan consistía en lo siguiente: en Polonia cuando para un tren siempre sale un revisor del mismo para comprobar si todo el mundo ha subido. Pues bien, subiríamos por el extremo opuesto de dónde saliera el citado personaje, y los 8 minutos de viaje entre las dos ciudades nos otorgaba cierta oportunidad de salir ilesos de tan estúpida aventura (estúpida pues el coste en euros del billete es 0’50€).
Bien, vino el tren, avistamos al revisor y subimos en un vagón bien alejado, tal y como habíamos planeado. Pero fue poner el pie en el vagón y dirigirnos a los asientos para ver no uno ¡sino dos malditos soviéticos revisores! ¡el plan se había desmoronado en menos tiempo del que un funcionario entra al trabajo y sale a tomar un café! Se nos quedaron mirando por unos instantes, pero en vez de sentarnos a su lado nos dirigimos hacia el final del tren, cruzando varios vagones. Todo bien hasta que nos encontramos a otro revisor. No sé, quizás era una excursión de revisores, en mi vida había visto tantos juntos. Uno más y la realidad se colapsaría sobre sí misma. Nos detuvimos y nos sentamos, y al menos había dos puertas y un descansillo entre nosotros. Decidimos sacar unos zlotys para que en el caso de que nos cogieran, dar la falsa apariencia de que realmente no éramos forajidos. El tren paró y pensamos que eso sería nuestra salvación, saliendo al descansillo con la esperanza de que las puertas se abrieran y nos dieran la paz que necesitábamos. Pues no se abrieron, ¿qué demonios? No hay una sola parada entre Zabrze y Gliwice. Era una de esas paradas aleatorias de los trenes polacos (qué fácil sería ahora decir un chiste macabro como: “¡con los alemanes aquí los trenes siempre llegaban a su hora!”) y bien, justo el revisor se levantó y se puso junto a nosotros, a escasos centímetros. Tensión, silencio. Mucha virilidad emanando de su bigote. No podía soportar más, quería gritar ¡sí, soy culpable de escaquear 1,85 zloty!
Fig 1. Revisor PolacoEl tren se puso en marcha, al igual que mis latidos de corazón, el cual había estado paralizado. Tras dos minutos que se hicieron horas, al fin el tren llegó a su destino y el revisor no nos preguntó por nuestros billetes. A juzgar por la parafernalia que llevaba, bolsas y algo como envoltorio de regalo, llegué a la conclusión de que quizás estaba acabando su turno, al igual que tanta tensión acabó con parte de mi (ya deteriorada) salud. Caray, fijaos que he escrito tres interminables párrafos para un suceso estúpido de la menor importancia. Está claro que debería dedicarme a la política.
Tras una caminata llegamos a la residencia, había una música estruendosa que se escuchaba ya desde sus cercanías. Pero al subir al cuarto piso descubrí que no era la fiesta del señor Pierre la causante de esos atronadores decibelios, sino unos polacos (¿quién lo diría?) al otro extremo del pasillo. Ya estaban casi todos allí con sus cervecitas, y no tardé tiempo en buscarme a alguien para robarle algo de zumo, lo que fuese. Entre mi llegada y nuestra salida de la residencia la gente cogió el contentillo justo, como tiene que ser. El que yo no beba no significa que sea un intolerante con los que beben, pegue a las mujeres y luego explote por los aires en una tentado suicida. No soy musulmán, así que sólo hago la primera de las cosas. No pudo faltar la tarta en el cumpleaños, recuerdo vagamente que la hizo la señora Ester, o algo así. El zumo de manzana estaba esplendorosamente fuerte y nubla mis recuerdos, seguro que era de una buena cosecha.
¿A que es bonita mi cota de malla? miradas viriles sin duda. Al parecer Pierre es español de adopción, concretamente vascoTras venirnos la soviética portera unas cuantas veces a llamarnos la atención (a las cuales respondió el señor Alberto subiendo el volumen de la música) decidimos que lo mejor era irnos antes de que alguno de los asistentes decidiera decapitarla por tocapelotas. El primer (y único lugar) que era nuestro objetivo era el Contrabás. Al estar aislado en Zabrze, esa era mi primera visita a ese garito y no me quejo, pues comparado con el Gwarek cualquier cosa es caída del cielo (Gwarek también, pero en forma de asteroide provocando extinciones en masa). Además me recordaba al típico garito santiagués medio búnker y con paredes de piedra. Allí bailamos, cantamos y se volvió a bailar.
Tras un par de horas mis piernas se resintieron, bailar con botas de montaña nunca ha sido muy buena idea, como bien demuestran los skin heads ¿habéis visto alguno bailar? Pues eso. Decidí sentarme para descansar un poco en un sofá vacío, el cual fue llenándose de polacos poco a poco. “Qué bien” pensó un ingenuo señor Manuel “así podré poner a rodar el rudimentario polaco aprendido en clase durante las últimas semanas”. El chico de mi lado me preguntó lo típico, de dónde era, equipo de fútbol favorito. Yo le respondí medianamente en polaco, pero al final hubo que cambiar al inglés. Bien, ya sabía de antemano que estos hombres están apasionados por el Barcelona FC así que ese fue mi equipo favorito por esa noche. Realmente no soy un apasionado del fútbol, me gusta jugarlo pero no sé nada de la liga y todo eso, lo cual selló mi sentencia como veremos unas líneas a continuación.
El chico respondió que ese equipo era también el suyo (mira tú qué raro…) y me dijo que le dijera unos cuantos jugadores. Debido a mi limitado conocimiento sólo pude mentarle a cinco o a seis actuales (obviamente no iba a decirle Stoikov o a Iván de la Peña), pero no le pareció suficiente. Me dijo que enumerara más, y le pregunté si era un examen, entonces se desató el desastre. Se levantó poniéndose encima mía a grito de “spierdelai” (vete a la mierda) y lanzó un puño contra mi cara. Así, sin quererlo ni beberlo. Pero ese es el detalle, sí que había bebido, lo suficiente como para que fallar en su puñetazo y le diera al sofá, a unos centímetros de mi apreciada (por mí) cara. No tuve miedo, no porque sea un valiente (a fin de cuentas no soy vasco) sino porque todo sucedió tan rápido que no hubo tiempo para que ninguna adrenalina pasara a mi sangre. Cuando iba a propinarme un segundo puñetazo un amigo lo cogió por los brazos y lo detuvo. Perfecto. El segundo chico me pidió perdón por su compañero, diciendo que estaba muy borracho y la cosa acabó ahí. De verdad no sabía en ese momento que tendría que decir eso en defensa de un amigo esa misma noche. Porque esta noche de violencia no acaba aquí señores.
Cuando nos íbamos, el señor Samuel descubrió que le habían robado su sudadera roja. Se puso de mala hostia y comenzó a emprenderla con las cosas del lugar en general y con un colgador en particular. Sé que el alcohol no le ayudaba a pensar en ese momento, pero comprendo su mala hostia. Cuando ya estábamos fuera, comenzó a dar portazos a la blindada puerta del garito, con suerte de que dejó de hacerlo un segundo antes de que saliera el portero a ver qué rábanos pasaba ahí. Pero el señor Samuel no lo dejaría ahí, los grupos –OH de su sangre clamaban por venganza. Así que ya una vez cerrado el garito, ya no podía dar más portazos al grito de “¡cabroneeees!”, por lo que secontentó en darle patadas a la puerta al grito de “¡hijos de putaaa!”. Hizo un ruido tremendo y cuando acabó se dirigió hacia nosotros, que ya estábamos a una veintena de metros del lugar. Pero justo en ese recorrido, un portero calvo y de muy mala hostia fue corriendo detrás del señor Samuel hasta que le dio caza. Lo cogió por el cuello e intento arrearle un puñetazo con la otra mano pero falló (sin duda no era la noche de los boxeadores polacos). Los señores Jacobo, Pierre y yo éramos los que estábamos más cerca y obramos en consecuencia: nos dirigimos hacia la trifulca y los separamos tras unas patadas y algo más (obviamente no al señor Samuel, eso sería más tarde). Cuando el portero se dio cuenta de contra qué portentosas figuras de pressing catch estaba luchando ¡escapó en dirección contraria!¿y ese tío está de portero? Manda cojones, entiendo que pueda escapar de un señor Fernando o de un señor Joao, ¿pero de nosotros tres? Y esto lo digo sin menospreciarnos, pero es que esperaba más. Esto tiene una parte buena, no necesitaremos esteroides para sobrevivir aquí todo el año.
Lo increíble es que el señor Samuel quería volver una y otra vez al Contrabás para aplastar cabezas, y varias veces tuvimos que pararlo para que no cometiera una eutanasia prematura. Después de estar en la plaza por más tiempo del que me gustaría, nos fuimos a la residencia. Acabé en la habitación (¡que no en la cama!) del señor Samuel y el señor Jacobo. También estaba el señor David, al cual no le entendía nada debido a su porcentaje de -OH, salvo algo de que iba a joder a todos los escoceses. Señor Samuel seguía poseído por el demonio y propinaba golpes contra todo el mobiliario así que hubo que administrarle medicina de la buena: extorsión. Casi mata al señor Jacobo con una bandeja de madera del escritorio, y casi tira un armario encima de mí. Pero a base de unas buenas, sanas y cristianas hostias conseguimos reducirlo hasta un nivel tolerable. Después estuvo filosofando (en calzoncillos) sobre las estrategias a seguir para partirles la cara a todos los porteros del Contrabás. Más tarde llegaría el señor Joao lamentándose de perderse toda la violencia.
Tras unos minutos de música y comer algo de lomo nos fuimos a dormir, de hecho ya estaba amaneciendo. Dormí el suelo pero con varios edredones a modo de colchón, y debido a semejantes comodidades me desperté cinco horas después. En realidad no dormí mal, simplemente me desperté y tenía cosas que hacer: visitar a Agnieszka para n ose qué. Así que recogí mis cosas y me fui sin decirle nada a esos héroes que había derramado su sangre en pos de mantener el estandarte del orgullo Erasmus sin mancillar. Esto último es mentira, pero es que queda genial como final de una entrada en el blog.