Otra vez nuestro querido astro rey nos quemó las retinas a través de nuestros párpados, despertándonos en un mundo infernal sin cortinas. No podemos culpar a nadie en concreto, sino a toda la civilización centro-europea. Sin embargo, al igual que Superman, esto nos dio poderes y vitalidad, por lo que no tardamos mucho en ponernos en camino para explorar Praga en un segundo día. En primer lugar nos decantamos por visitar la torre de televisión para poder disfrutar unas visas prácticamente aéreas de la ciudad que nos acogía.
Se preguntarán por qué no escrito alguna estupidez antes de comenzar a mi historia, como suele ser habitual. No desesperen, queridos fiscales. Yo no olvido mi compromiso con la degradación mental de la sociedad humana, no, por supuesto que no. Se preguntarán porqué los obispos de la Conferencia Episcopal se oponen al aborto. No es por la salvación de almas ni muchísimo menos. Se trata como ven de esto:
¡Exacto, es loque ustedes estaban sospechando! durante décadas, los laboratorios de genética avanzada situados bajo la plaza de San Pedro han estado desarrollando bajo alto secretismo uno de sus más secretos planes: un virus que se propagará a través de las hopstias consagradas de la misa, haciendo que las mujeres porten en sus genes una bomba de relojería cromosómica, que hará que sus descendencia sea de gigantes y deformes superbebés, repito, SUPERBEBÉS, cuyos lóbulos frontales sintonizan la COPE, siendo ésta sustituto de toda otra lealtad familiar. El mundo temblará una vez más. En la foto vemos como atacan la torre de televisión para acabar de una vez por todas con esas emisiones libertinas.
Como buenos intelectuales progres de izquierda pro-marxistas y amantes del Gran Hermano decidimos tras la torre de televisión gastar casi la mañana entera visitando el Museo Nacional, que se encontraba tan sólo a 10 minutos andando. Tiene un aspecto bastante solemne en su fachada, muy palaciego. Nadie habría dicho que se trata de un museo a partir de su apariencia. Quizás alguna dependencia gubernamental o algo nobiliar. Afortunadamente República Checa es como indica su nombre una república.
El museo tenía un poco de todo: minerales, vasijas viejas, fósiles, animales disecados, y un largo etcétera. La colección de esa fauna paralizada es bastante impresionante, casi podrían montar un ecosistema en stop-motion. Aunque me veo obligado a usar por ser más práctico juegos como SimEarth o Spore.
Hubo muchos sucesos extraños, dignos de Lovecraft o Swift. O incluso de esa obra maestra llamada Fringe. Haciendo un descanso en un banco Catalina y yo para comer algo de fruta, vi una pareja joven. Él llevaba una mochila a modo de carga, y ella nada. Para hacerme el mártir, le dije a Catalina: mira, esos somos tú y yo en el universo B. Es una interferencia. Bien, sonaba a broma, pero en cuanto me di cuenta que había más semejanzas superficiales, mi mente empezó a bullir. Cuando vi que el chico le dio a ella una sudadera igual a la que llevaba Catalina pero de color blanco me di cuenta que lo que se trataba de un comentario sin sentido alguno se reveló como total y fatídicamente cierto. Definitivamente el multiverso (en este caso biverso) se había mostrado ante nosotros en una clara violación de las leyes de la física.
No es el único suceso que se salió de lo normal y comportaba una grave amenaza a nuestro universo. Fui lo suficientemente rápido para sacarle una foto a este otro crimen, una clara burla a todos los mutilados e impedidos del mundo:
El anochecer no estaba lejano, y tras callejear durante toda la tarde (en la que demasiados dependientes nos asaltaron con sus armas automáticas para que entrásemos en sus tiendas) decidimos visitar el río de nuevo, pues la noche le daba un aire bastante mágico. Y esto lo digo sin ninguna intención de ser ñoño, pues Praga no es París.
Para acabar, volvimos al centro de Praga de nuevo ya con todas las farolas encendidas y un aspecto difícil de recordar (el de la ciudad, no el nuestro). Esta vez, en vez de irnos a un restaurante de cocina fusión como el última noche (lo que sí que es difícil de recordar era un restaurante checo-tejano), nos decantamos por uno italiano para degustar unas pizzas. Me quejé soberanamente a Catalina sobre esta decisión mediante mi embajador, pues siempre había deseado ir a un sitio donde sirvieran comida albano-vaticana o al menos una simple gallega-soviética. He aquí su respuesta:
Algo kafkiano. Sin duda. Lo digo sin duda proque es una palabra que sustitute a "raro" fácilmente y que es usada indiscriminadamente por miles de personas que nunca jamás han leído ningún libro de Kafka, entre lo que incluyo. Y nótese que había más sucesos de este tipo:
¿Cartel de reclutamiento de la policía local?