A Catalina y a servidor nos tocaba otro viaje tras descansar dos días en Dresde. Tras dejar en la cama de Jessica una taza de Bob Esponja a modo de regalo furtivo (tenía que agradecerle el servicio de cinco estrellas ofrecido durante nuestra estancia), personaje del que ella es fanática, herr Konrad condujo una vez más para nuestro deleite hasta la estación. Allí nos esperaba el señor alemán que nos llevaría a nuestro segundo destino: Praga. Jessica habló con el señor para decirle probablemente que nadie daría un duro por nuestros órganos en el mercado negro.
Ni que decir tiene que la despedida fue emotiva, ver a una compañera de piso tras 13 meses no es algo que pase todos los días. Ni conocerla, tampoco...Junto a nosotros viajaban junto al germánico señor dos chicos, con los que no hablamos pues nuestro dominio del Hochdeutsch ya no es lo que era. ¿A que parezco guay escribiendo Hochdeutsch? mis asesores de imagen me dicen que de vez en cuando ponga palabras cool.
Del viaje en si no recuerdo mucho. Retazos, pues estaba cansado y mi cuerpo pedía a gritos dormir. No fue gran idea llevar el anorak puesto dentro del coche, pues a pesar de ofrecer una gran comodidad y ser mullido, el coche no contento con contribuir al efecto invernadero, decidió creas uno interno. Catalina, obviamente más lista que yo por razones varias entre las que se encuentra ser mujer, no trajo ni un sólo abrigo en esta expedición, así ya no tendría que preocuparse por dichas cosas. O eso pienso yo. De todas formas para sorpresa de propios y extraños, una maleta de tamaño medio-pequeño era todo su equipaje! a los fabricantes de supermaletas y packs les sangrarían los ojos al ver todas sus estrategias de mercado de público femenino se van a hacer gárgaras con tan sólo un poco de voluntad de Catalina. Admirable.
Durante el trayecto Catalina durmió y yo me entretuve generando varios terajulios de energía dentro de mi anorak. Pude divisar muchos bellos paisajes, las modernas autopistas y sobretodo la sobriedad alemana. Nadie dijo nada durante las dos horas y media que duró, tan sólo el conductor para pagarle. Muy profesional.
Nos dejó justo al lado de la estación de tren de Praga y tras ello nos pusimos en marcha para localizar el hostal en el que había reservado una habitación. Era un día bastante caluroso, lo cual no ayudaba a retener agua dentro de uno mismo y la transpiración reinaba por doquier. Tras un rato subiendo maletas cuesta arriba llegamos al sitio en cuestión, que más bien era un piso en el que alquilaban habitaciones. No hay queja pues no había nadie más en ninguna otra estancia, era barato y a 5 minutos del centro. Dejamos las cosas allí y tras una merecida ducha nos pusimos en marcha.
Primero estuvimos en un parque muy cercano a nuestra base de operaciones, degustando la deliciosa radiación solar y teniendo al fin un poco de tranquilidad solos. Pero tan sólo era una ilusión, pues nos esperaba muchísimo por ver y por caminar. Y como buena mula de carga que era también llevaba una mochila bien cargada de provisiones y raciones de emergencia. Después, como buenos intelectuales, nos acercamos al museo nacional para ver las tarifas que cobraba, aunque decidimos posponerlo para el siguiente día pues sabíamos que necesitaríamos una mañana para muscular nuestras mentes. Aquel día sólo merecía relax de respirar aire libre y caminar sin cesar.
Decidimos bajar hasta la parte más vieja de Praga, primera parada fue el famoso reloj astronómico y a continuación la propia plaza vieja, he aquí algunas fotos para demostrar que Catalina y James ya estuvieron allí:
Pasamos dirección oeste por lo que al parecer fue el barrio judío, con sus sinagogas y tal, aunque esa calle hoy en día estaba más bien llena de carísimas tiendas de ropa del último grito. Bueno, alguno podría buscarle alguna relación entre esto y sus antiguos habitantes. Yo ya no me arriesgo. Aunque admito que mi único contacto con ejudaísmo ha sido un compañero de piso que nunca limpiaba, se levantaba a las 3 de la tarde y fumaba porros hasta que era una hora razonable para emborracharse. Así 6 meses. El que dejase olvidado el gas de la cocina siempre abierto puede dar lugar a múltiples bromas sobre nostálgicos recuerdos, pero destacar que era un peligro tal que el otro chico que fumaba de la casa consiguió dejar el vicio debido a esos olvidos generalizados. Nunca tanta inutilidad había hecho tanto por la salud de otra persona.
Después cruzamos el puente de Carlos, que tiene estatuas a sus lados y un montón (docenas) de artistas ganándose el plan haciendo caricatura, acuarelas y demás obras de arte. Es muy interesante verlos todos afanosos aprovechando hasta el último minuto. Al atravesar el puente nos dirigimos a lo que es el castillo propio de la ciudad, al que no dudamos de entrar. Sin embargo empezó a llover (Praga y sus lluvias repentinas da para hablar un rato largo, al menos las dos veces en las que estuve en la ciudad). Irónicamente esto pasó minutos después de que Catalina y yo comprásemos un helado. Como buen gallego a mi la lluvia no me importó demasiado, pero esperamos a que escampase para proseguir nuestra misión: subir las empinadas cuestas que nos llevarían al citado castillo. En él han residido emperadores, reyes y hoy en día el presidente. La verdad me esperaba bastante más. Bueno, al menos dentro hay una catedral, la de San Vito (risas enlatadas). He aquí algunos documentos gráficos:
Bajamos por otro lado mientras anochecía. Praga es incluso más bella de noche. Debido a que sus edificios parecen pintados antes de ayer con sus colores pastel, de noche con la amarillenta luz de las farolas parece ciertamtente como de chocolate, digo del cuento de Hansel y Gretel. Fuimos a cenar a un restaurante Tejano-Checo, o Checo-Tejano, ciertamente no sé cual combinación suena más rara. Una extraña elección por parte de Catalina, sin duda. No la culpo, las costillas estuvieron bien ¡la repugnante agua con gas, no!
Ni que decir tiene que la despedida fue emotiva, ver a una compañera de piso tras 13 meses no es algo que pase todos los días. Ni conocerla, tampoco...Junto a nosotros viajaban junto al germánico señor dos chicos, con los que no hablamos pues nuestro dominio del Hochdeutsch ya no es lo que era. ¿A que parezco guay escribiendo Hochdeutsch? mis asesores de imagen me dicen que de vez en cuando ponga palabras cool.
Del viaje en si no recuerdo mucho. Retazos, pues estaba cansado y mi cuerpo pedía a gritos dormir. No fue gran idea llevar el anorak puesto dentro del coche, pues a pesar de ofrecer una gran comodidad y ser mullido, el coche no contento con contribuir al efecto invernadero, decidió creas uno interno. Catalina, obviamente más lista que yo por razones varias entre las que se encuentra ser mujer, no trajo ni un sólo abrigo en esta expedición, así ya no tendría que preocuparse por dichas cosas. O eso pienso yo. De todas formas para sorpresa de propios y extraños, una maleta de tamaño medio-pequeño era todo su equipaje! a los fabricantes de supermaletas y packs les sangrarían los ojos al ver todas sus estrategias de mercado de público femenino se van a hacer gárgaras con tan sólo un poco de voluntad de Catalina. Admirable.
Durante el trayecto Catalina durmió y yo me entretuve generando varios terajulios de energía dentro de mi anorak. Pude divisar muchos bellos paisajes, las modernas autopistas y sobretodo la sobriedad alemana. Nadie dijo nada durante las dos horas y media que duró, tan sólo el conductor para pagarle. Muy profesional.
Nos dejó justo al lado de la estación de tren de Praga y tras ello nos pusimos en marcha para localizar el hostal en el que había reservado una habitación. Era un día bastante caluroso, lo cual no ayudaba a retener agua dentro de uno mismo y la transpiración reinaba por doquier. Tras un rato subiendo maletas cuesta arriba llegamos al sitio en cuestión, que más bien era un piso en el que alquilaban habitaciones. No hay queja pues no había nadie más en ninguna otra estancia, era barato y a 5 minutos del centro. Dejamos las cosas allí y tras una merecida ducha nos pusimos en marcha.
Primero estuvimos en un parque muy cercano a nuestra base de operaciones, degustando la deliciosa radiación solar y teniendo al fin un poco de tranquilidad solos. Pero tan sólo era una ilusión, pues nos esperaba muchísimo por ver y por caminar. Y como buena mula de carga que era también llevaba una mochila bien cargada de provisiones y raciones de emergencia. Después, como buenos intelectuales, nos acercamos al museo nacional para ver las tarifas que cobraba, aunque decidimos posponerlo para el siguiente día pues sabíamos que necesitaríamos una mañana para muscular nuestras mentes. Aquel día sólo merecía relax de respirar aire libre y caminar sin cesar.
Decidimos bajar hasta la parte más vieja de Praga, primera parada fue el famoso reloj astronómico y a continuación la propia plaza vieja, he aquí algunas fotos para demostrar que Catalina y James ya estuvieron allí:
Millones de sectarios alzaron sus cámaras a la vez para honrar con miles de flashes al gran Satán en forma de reloj. (Amo esta foto)
Pasamos dirección oeste por lo que al parecer fue el barrio judío, con sus sinagogas y tal, aunque esa calle hoy en día estaba más bien llena de carísimas tiendas de ropa del último grito. Bueno, alguno podría buscarle alguna relación entre esto y sus antiguos habitantes. Yo ya no me arriesgo. Aunque admito que mi único contacto con ejudaísmo ha sido un compañero de piso que nunca limpiaba, se levantaba a las 3 de la tarde y fumaba porros hasta que era una hora razonable para emborracharse. Así 6 meses. El que dejase olvidado el gas de la cocina siempre abierto puede dar lugar a múltiples bromas sobre nostálgicos recuerdos, pero destacar que era un peligro tal que el otro chico que fumaba de la casa consiguió dejar el vicio debido a esos olvidos generalizados. Nunca tanta inutilidad había hecho tanto por la salud de otra persona.
Después cruzamos el puente de Carlos, que tiene estatuas a sus lados y un montón (docenas) de artistas ganándose el plan haciendo caricatura, acuarelas y demás obras de arte. Es muy interesante verlos todos afanosos aprovechando hasta el último minuto. Al atravesar el puente nos dirigimos a lo que es el castillo propio de la ciudad, al que no dudamos de entrar. Sin embargo empezó a llover (Praga y sus lluvias repentinas da para hablar un rato largo, al menos las dos veces en las que estuve en la ciudad). Irónicamente esto pasó minutos después de que Catalina y yo comprásemos un helado. Como buen gallego a mi la lluvia no me importó demasiado, pero esperamos a que escampase para proseguir nuestra misión: subir las empinadas cuestas que nos llevarían al citado castillo. En él han residido emperadores, reyes y hoy en día el presidente. La verdad me esperaba bastante más. Bueno, al menos dentro hay una catedral, la de San Vito (risas enlatadas). He aquí algunos documentos gráficos:
Antes de cruzar el puente firmamos un seguro de vida. Por eso Catalina estaba tan feliz.
Arte.
Adoro cuán siniestra aprece la estatua en esta foto.
A Catalina sólo le pareció divertida, ella se ríe de la adversidad y tenebrosidad. Por eso sale conmigo.
Esto me recordó a Mónaco. Guardia del palacio, supongo.
San Vito Rocas/Saint Vitus Rocks
Arte.
Adoro cuán siniestra aprece la estatua en esta foto.
A Catalina sólo le pareció divertida, ella se ríe de la adversidad y tenebrosidad. Por eso sale conmigo.
Esto me recordó a Mónaco. Guardia del palacio, supongo.
San Vito Rocas/Saint Vitus Rocks
Bajamos por otro lado mientras anochecía. Praga es incluso más bella de noche. Debido a que sus edificios parecen pintados antes de ayer con sus colores pastel, de noche con la amarillenta luz de las farolas parece ciertamtente como de chocolate, digo del cuento de Hansel y Gretel. Fuimos a cenar a un restaurante Tejano-Checo, o Checo-Tejano, ciertamente no sé cual combinación suena más rara. Una extraña elección por parte de Catalina, sin duda. No la culpo, las costillas estuvieron bien ¡la repugnante agua con gas, no!