domingo, 8 de noviembre de 2009

Cloruro de Sodio City (Salzburgo)


Viernes, 10 de abril de 2009 (sí amigos, aún relatando hechos del lejano pasado, estuve umy ocupado)

Este aciago día me tocaba enfrentarme a uno de mis más profundos miedos: hacerle caso a Catalina. Teníamos en nuestro plan visitar la ciudad de Salzburgo, la cual nunca me llamó la atención. Pero es que Sonrisas y Lágrimas tira mucho. Película que no vi hasta unas semanas después. Catalina como siempre, enseñándome el camino del bien.

Dado que no somos millonarios, en vez de coger el tren más rápido y apto para capitalistas de alto nivel, decidimos ir a Salzburgo en uno más humilde que nos llevó casi toda la mañana. Así pues llegamos a esta famosa ciudad desde Viena alrededor del mediodía. Teníamos algo de tiempo antes de montarnos en el autobús que nos llevaría en un tour de Sonrisas y Lágrimas. Además estábamos hambrientos, por lo que teníamos que ir a saquear algún supermercado cuanto antes. Sin embargo teníamos antes que nada preguntar donde estaba la estación de autobuses. Y no es fetichismo (bueno, casi) hacia los autobuses y sus paradas. La mujer del puesto de información turísitca fue preguntada por servidor sobre dónde estaba la estación de autobuses de la ciudad, a lo que ella contestó literalmente (y en inglés, claro): "En Salzburgo hay miles de estaciones de bus" . Supongo que bus station y bus stop pertenecen a niveles de inglés demasiado avanzados, y que como la mujer no pudo optar a ellos estaba implícitamente cabreada y por eso contestó de muy mal modo.

"Tenemos millones de estaciones de bus"-Lema de la ciudad

Vistas desde la estación.

Afortunadamente tuvo la cortesía de dejarnos llevar un mapa (en vez de ofrecérnoslo de primeras, en fin) y marchamos hacia un centro comercial cercano para comprar provisiones para un picnic improvisado. Era casi mediodía y entramos en un SPAR, esa enfermedad que se extiende por toda Austria. Compramos como una bandeja de embutidos que a pesar de parecer salchichón, ofrecían un trillón de variedades. Tras esto dimos un paseo sigiloso por Salzburgo hasta adentrarnos en un parque en el cual decidimos comer y soltar algunos globos. Creo que era una tradición. Inaugurada por nosotros, eso sí.

Tras descansar un poco al sol (ir en tren cansa mucho, es totalmente verídico) y casi pasarnos de la hora pues estábamos admirando cómo un sin techo había convertido un par de puestos de guarnición de una muralla en su hogar, nos encaminamos rápidamente al bus del tour de Sonrisas y Lágrimas. El citado medio de transporte contaba con un guía absolutamente británico y la mayor parte de los turistas eran estadounidenses, por lo que deduje que el autobús podía soportar más tonelaje de lo habitual.

¿Qué decir del tour? nos llevaron por los parajes y sitios característicos de la película, una película que por aquel entonces todavía no había sito. Sin embargo todos los allí presentes, especialmente Catalina, la habían visto, por lo que todos eran capaces de responder a las preguntas sobre el filme, y a todos les hacían gracia las múltiples bromas y referencias a aspectos de Sonrisas y Lágrimas. Nota mental: debería haber visto antes de ir. He aquí algunas fotos para poder decir, Catalina y James estuvieron allí:





También nos hicieron un precioso recorrido a través de las montañas y esos lagos que me recordaron bastante a las rías gallegas en el sentido de tener una costa enfrente a la costa de donde estás, amén de ver la casa-mansión-factoría-lo que sea del fundador-dueño de Red Bull. No me acuerdo demasiado de qué era.

Una vez nos dejó el autobús de vuelta en Salzburgo corrimos para coger el tren de vuelta a Viena. Pero amigos, esto no sería tan fácil. No señor. La vida, es dura, cruel e intempestiva como una cama de campamento de verano. Ya caída la noche, el tren se movía hacia nuestro destino. Sin embargo, por avatares del destino que desconocemos y preferimos desconocer, se paró en mitad de la nada, ni siquiera había estación. Sólo un inmundo olor a mierda de caballo. El revisor no preguntó si íbamos a Viena y le dijimos que sí (creo, tampoco es que hablásemos ningún idioma común) En el tren sólo éramos cinco pasajeros, a pesar de que recordaba que mucha más gente se subió. Probablemente fueron devorados por algún monstruo del espacio exterior, pero ése no sería nuestro funesto destino, no señor. Sino salir del tren y oler ese rancio aroma rural austriaco. Nos indicó el revisor un autobús que estaba cerca del apeadero y allí nos dirigimos. También se subió el revisor y allí dejamos al tren, sin vida ni presencia humana. Supongo que era para retener al monstruo del espacio exterior y luego desintegrar el tren.

Bueno, no este tipo de monstruos del espacio exterior.

El autobús que llevaba a cinco personas, a un conductor y a un revisor de tren nos llevó por lo más indómito y oscuro del rural austríaco. La luna estaba casi llena y de un color rojizo enfermizo. No había farolas y elterren o estaba compuesto por colinas dispersas que acogían a serpenteantes caminos que ni que fueran de manufactura galaica.

Tras un buen rato atravesando una majestuosa oscuridad, de repente llegamos a un pueblecito donde no se respira ni un alma viviente. Sólo estaba abierto un comercio para darle un toque aun si cabe más siniestro: un McDonalds.

Duro con él, Polizei!

El autobús se paró la lado de la única otra cosa iluminada en el pueblo: una estación de tren. Pero justo instantes después de pararse, todas las luces de aquel sitio se apagaron misteriosa y siniestramente. El conductor volvió a arrancar y salimos de allí a lo que creo que era más velocidad que antes ¿nos perseguían zombies, infectados o vampiros de Twilight? nunca lo sabremos

Lo que si supe al cabo de unos minutos era el nombre del pueblo en el que estabámos entrando Catalina y yo: Amstetten....AMSTETTEN!? ¿de qué me suena?
ah sí, incesto múltiple con secuestro en propiedad privada. Cosas de austríacos.

Allí en Amstetten el autobús se paró definitivamente y todos no sbajamos inlcuido el revisor (esto es obvio, pues ya me diréis que hace un revisor de tren en un autobús: nada) y tras unos 10 minutos montamos en uno de esos trenes de dos pisos en dirección a Viena. Pero caray, he estado en Amstetten. Y por accidente. Ya sólo por eso ya merece la pena un viaje de miles y miles de kilómetros.


Y sí, Catalina y servidor llagamos sanos y salvos a Viena. Ciudad que visitaríamos más al día siguiente. pero eso, amigos, ya es otra historia.